martes, 21 de abril de 2015

Victoria



Victoria es una mezcla de todas las mujeres de su vida. De todas ellas heredó algo, los ojos de su abuela, la piel de su madre, algún atisbo del carácter de su bisabuela, luchadora, cabezota, enérgica, y terminó de construir su personalidad al lado de tres hermanas, tan distintas pero tan iguales, impredecibles e imprescindibles, mujeres de armas tomar; y otras muchas mujeres que la acompañan lejos y cerca.

Victoria no camina ni corre, vuela por las horas, por los días, y la vida se le vuela con el tiempo, y piensa mucho en el tiempo, en todo lo que ha hecho, en lo que a su vez la ha llevado a hacer otras cosas, y de ahí a tener deseos de hacer otras muchas, pero tiene la sensación de que no tiene el tiempo suficiente. Pinta, dibuja, baila y canta, pero siempre le faltan momentos y los busca, cosas para recordar, para aprender y vivir, colecciona anécdotas, propias y ajenas, de las que se acuerda y se ríe sola. No busca el amor verdadero, ese que se encuentra fatigante y agotador, busca un compañero, un amigo con el que tener amor, para volar por el tiempo, para coser una vida.

Victoria es belleza, la mires por donde la mires, y se pinta los ojos de colores, los labios siempre hidratados, esmalte en las uñas arregladas hasta el más mínimo detalle, la ropa planchada rozando la perfección, y su piel huele a melocotón, siempre a melocotón, pero su pelo es ajeno a esas coqueterías. Le gusta mirarse al espejo y gustarse, y ese cabello fino, lleno de nudos, a veces suelto, a veces en un moño sin sentido, que se asusta cuando alguna vez que otra le pasa el cepillo, es lo que la une a los recuerdos de las batallas hormonales, al primer beso, a los primeros roces; recuerdos de aquellos que ya no están, de lo aprendido y después desaprendido, y todo en su conjunto, es lo que la hace ser la persona que es ahora, y por nada en el mundo lo quiere perder.

Todo a su alrededor gira como cuando presionas los botones de las máquinas expendedoras y Victoria la detiene donde quiere estar y disfruta hasta con su sombra, con la soledad en compañía o sola de verdad, según su elección. Tiene una banda sonora para cada etapa de su vida, almacenada en su cerebro y cuando escucha las notas se transporta a otro momento, a otra edad, se reencuentra con personas y emociones, y una sonrisa picarona asoma de sus labios, satisfecha del tiempo que reflejan sus manos, del suma y resta, del deja para hoy lo que puedes hacer mañana.

Hay personas a las que sus nombres las condiciona, pero eso no le pasa a Victoria, nunca ha tenido victorias, pero si fracasos, aprendizajes, aventuras e intentos, asuntos sin acabar, páginas pasadas, ilusión y curiosidad por lo venidero, porque a ella disfruta con esa incertidumbre inherente que tiene la vida, inventándose historias, sucesos y momentos que le podrían sobrevenir.

Victoria se chupa la yemas de los dedos cuando come dulces, se daña con los sabores fuertes y acostumbra comer chicle, toca el violín y le gusta la cerveza, nunca hace la cama y no le gusta el agua de la nevera; es ahorradora hasta límites insospechados, lo que le permite darle de comer a su alcancía una vez al mes, y cuando ya no caben más billetes por la rendija, llega el momento de permitirse un lujo, pero un lujo de verdad; un mes en Australia, nadar con tiburones en Sudáfrica, alojarse en el hotel más lujoso de Paris, regalar experiencias a las mujeres de su vida, viajar para comprender otras formas de felicidad, porque no quiere perderse nada.

Ella es esencia, sabores, equivocaciones, costumbres, recetas, palabras y cuentos, remedios y refranes, humor y lágrimas, porque Victoria si es la victoria de todas las mujeres de su vida.

Licencia Creative Commons
Relato: "Victoria" por María Vanessa López Torrente se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
Basada en una obra en relatosdelacolmena.blogspot.com.es.

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