viernes, 12 de febrero de 2016

A por todas



Ya estaba en la recta final, y competía con dos compañeros por la beca. Debía de ser inteligente y escoger un tema diferente, algo tabú, inusual, y me acorde de una clase de sexología y conflictos de pareja, a la que había acudido hacia un par de meses. El tema a tratar eran las parafilias, algo así como desviaciones sexuales, y me pareció apropiado para mi trabajo final.

Yo sabía de buena tinta, que mis adversarios iban a por todas, así que yo tenía que ir más allá. Y se me ocurrió una gran, aunque descabellada idea, para ponerme a la cabeza.

En esto del sexo, siempre había sido práctico a la vez que básico, tampoco me habían demandado cosas extravagantes y yo no veía más allá de cuatro posturas y algún cachete que otro, hasta que fui a aquella clase. Empezaron a exponer distintas conductas sexuales, poco convencionales, aunque conocidas, como la coprofagia, la zoofilia o la asfixia sexual, hasta ahí bien, sin escándalos. Hasta que empezamos a profundizar en el tema, tan desconocido e inverosímil para mí. Más de cuarenta parafilias fueron explicadas, algunas con soporte visual, en aquella clase magistral de dos horas y cuarenta y cinco minutos. Salimos algo descolocados, hablando todos a la vez, la mayoría no teníamos conocimiento de cuan amplio era el tema.

Se trataba de meterme en el papel y documentar hasta el más mínimo detalle, dejarme piel y sangre si hacía falta. Navegando por la legalidad, me inscribí en las páginas que me interesaban, con seudónimos diferentes y en todos el mismo mensaje “ Chico discreto busca chica para ampliar horizontes” .

Al cabo de los días comencé a recibir respuestas. Respondí a algunos sutilmente, dejando la puerta entreabierta, y después de sopesar las opciones, comencé con la escatofilia telefónica, y para mi gusto nada sensual. Se trataba simplemente de una llamada de teléfono, fácil, así que marqué el tercer número de mi lista de respuestas, dispuesto a todo. La voz del otro lado, nada más descolgar el aparato, comenzó a insultarme, a humillarme. Con un tono bastante desagradable, me amenazaba con localizar mi llamada, con encontrarme y entonces cortarme los testículos; me llamo “tío mierda”, enfermo, me maldijo con hijos enfermos, creo que hasta me insulto en alemán o sueco, no estoy seguro…y mientras, ella se masturbaba. Yo estaba atónito, aguantando el tipo, porque de lo que me daban ganas era de mandarla a la mierda, pero en lugar de eso, tuve que devolverle los insultos y hasta me atreví con alguna amenaza; y ella al otro lado toda arrebatada de placer. Fui bastante torpe, al lado de lo que salió de su boca, lo que yo le decía, parecía dulce poesía, aunque al final me vine arriba.

Aunque me desahogué verbalmente, mi libido no subió ni una milésima, ni siquiera cuando oí sus gemidos y suspiros. Cuando la voz del otro lado estuvo satisfecha, simplemente colgó, ni un triste gracias. Yo me quedé extraño, pero tenía claro que simplemente iban a ser las actuaciones estelares de mi vida, así que me hice a la idea de vivir con esa extrañeza hasta que finiquitara el proyecto.
La siguiente parafilia de mi lista, la mecafilia, me causaba una inmensa curiosidad. Los contactos de la página tenían una atracción fatal por las máquinas, por ejemplo un exprimidor, un tostador…antes o durante el coito. Curioseé un poco, para saber de qué manera uno tenía que ponerse en contacto para tal evento, no sabía cómo ofrecerme, que palabras utilizar. Cuando lo tuve claro, me puse en contacto con Lucy89, que me había escrito varias veces. Quedamos en un hotelito barato del centro, y cada uno teníamos que llevar a nuestra máquina más seductora. Yo busqué en casa, algo “sexy”, y me decanté por un despertador digital; se me ocurrió decirle que me excitaba el sonido de la alarma.
Con mi despertador en la mochila, me fui a cumplir con mi segunda función parafilica. Estaba nervioso, intentando que no se me notara que estaba nervioso, y más nervioso me puse. Y todavía más nervioso, cuando me abrió la puerta de la habitación mi prima Lucia con una batidora en la mano y un camisón transparente color fucsia. La situación se quedo paralizada, me quede verde, amarillo y ella pobrecita se me echó a llorar. Entré en la habitación, nos repusimos del impacto, dimos nuestras respectivas explicaciones, aunque la suya me dejo flipado, y me dio una entrevista fantástica sobre su parafilia. Me marché y allí la dejé con su batidora.

Ya iban dos, el proyecto empezaba a tomar forma. La tercera parafilia, la coulrofilia, me salió un poco cara. Tuve que comprarme un traje de payaso, disfraz no, traje, muy bonito pero…Para la cita me tenía que poner el traje, hacer algunos trucos y lo que surgiera, para satisfacer los deseos sexuales de Amalita10. Cuando llegué a su casa, en el pomo había una bocina con un letrerito que ponía “hazla sonar”, y así lo hice. La puerta se abrió, y una despampánate rubia me  recibió con miles de globos…mi cara era un cuadro. En los mensajes, habíamos acordado que ella daría las órdenes, y yo simplemente las acataría. Fuimos al dormitorio y se acostó en la cama. Primero quiso globoflexia (había practicado), luego unos chistes verdes, malabares nivel 1,un par de caídas y la tenía en el bote. Agarró unos de los pompones de mi camisa, y me arrastró a la cama. Amalita estaba fuera de sí, loca por poseer al payaso. No me dejo ni quitarme el traje, y con él puesto me era imposible realizar ningún movimiento. Ella lo hizo todo, mientras yo tenía que cantar “titititiriti tititiriti”. Esa parte fue rápida, y por primera vez en mi vida me sentí utilizado.

Después  de esta  tercera, continué con la hierofilia. Acudí a la cita con una biblia, un crucifijo y música gregoriana, lo que me habían pedido. Quedamos en una pequeña parroquia, charlamos sobre nuestras vivencias religiosas y nos fuimos a su casa. Para excitarla leí algunos salmos, con el crucifijo colgando de mi cuello, y hasta tuve que decirle algunas oraciones en latín, con las que sucumbió a mis encantos, escuchando de fondo los cantos  gregorianos. Tuve que concentrarme mucho para poder cumplir con sus expectativas y escapé por los pelos. Sexo casi fácil.

La siguiente parafilia de mi lista, era la formicofilia, dónde los caracoles y las hormigas, además de otros animalitos pequeños, son el foco de la excitación sexual. Encontré a una mujer muy interesada en los caracoles, y yo conseguí tres caracoles como tres pelotas de golf. Y allí que me fui con mis amiguitos en un tarro de cristal. Antes de salir de casa, quise probar y coloqué a uno de los dulces caracoles sobre mi pezón derecho, por ver si me provocaba algo de excitación pero no sentí nada, y cuando me dispuse a dejarlo pasear por mi pene, entre la pena por el bicho y el asco, no pude.

Fauna2 era bastante callada. La recogí, nos fuimos a una pensión y estuve una hora paseándole los caracoles por los pechos, el vientre, el pubis, el clítoris, el perineo, las orejas…yo repugnado, y ella fuera de sí. Por suerte esta cita no requería de una erección por mi parte, y cuando terminó de aprovecharse de los bichitos, me pidió que la llevara a su casa. Todo el camino callada, como un caracol.

Intenté probar con la salirofilia, pero no pude. Cuando llegó el momento, después de haber estado en una sauna, y me pidió que le llenará la boca de saliva, con el sudor de mi cara cayendo sobre la suya, me dio tanto asco que me tuve que ir.

La última que iba a poner en mi proyecto era la travestofilia. Me tuve que comprar un conjunto sexy de ropa interior femenina, y acudir a mi cita con él puesto. Nos encontramos en una plaza y dimos un paseo. El hecho de que ella supiera que llevaba aquel incómodo conjunto puesto, le ponía los ojos en blanco. Durante el paseo, me fue narrando con todo lujo de detalles lo que me iba a hacer; y mira por dónde ahí tenía otra parafilia, narratofilia. Esa mujer se deshizo en palabras sucias e historias pornográficas, hasta que llegamos a su casa. A partir de ahí todo fue lujuria, perversión, pasión desenfrenada, ya no me importaba llevar aquel conjuntito sexy; que entrega, que final.

Terminé mi proyecto, conseguí la beca y me di cuenta de lo que me excitaba llevar puesto un sexy conjuntito.

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Relato: "A por todas". por María Vanessa López Torrente se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
Basada en una obra en relatosdelacolmena.blogspot.com.