domingo, 13 de marzo de 2016

El duelo

                                Foto: Alejandro Alberto Gómez

Volviendo a casa, observé un hueco en las nubes, como si el impacto de un derechazo se hubiera estrellado contra el cielo. Mientras observaba el pasear del viento con las nubes, sentí un peso en mi brazo, era la soledad que de nuevo paseaba conmigo, anunciándome lo que me  esperaba en mi hogar, bajo las increíbles malabares de la naturaleza.

Cuando entré por la puerta, su ausencia me caló de lleno, sobre todo al contemplar el perchero solitario, sin su abrigo, sin sus pañuelos excesivamente grandes…Recordé sus palabras en mi oído, sus dedos en mi nuca, sus colores y olores; su música, su cuerpo y tantos recuerdos y aprendizajes, que marcaron mi persona, que llenaron los huecos de mi vida.

¿Cuánto se tarda en superar una pérdida? No la superas, simplemente te acostumbras a la ausencia, te acostumbras a no escuchar su voz, a no esperar una llamada; y en tu elección esta aceptarla como parte fundamental de la vida o hacer de tu vida un duelo sin salida.

A veces tengo miedo de olvidarla y otras de su recuerdo. La pérdida es un dolor único y sumamente impredecible; hay quién aprende a dosificarlo y hay personas que la convierten en un estado de autolesión, haciéndola crónica, otorgándole  poder. Te ataca cuando menos te lo esperas, con una frase, una melodía o un aroma, dejándote un hueco en el estómago con ansias de dolor.

Me senté en el sillón y cogí la foto, el recurso que tenía guardado para cuando la echaba de menos en exceso. Había capturado con su cámara  un paisaje realmente hermoso e inspirador. El lago rodeado de árboles y matorrales, que se contemplaban en el agua cristalina, y al fondo abrigadas por la espesura de la niebla, las montañas, adónde  según ella, acudían las gaviotas a morir. Y recuerdo ese día, sus caricias en el coche, el sexo antes de volver, el frío en las mejillas y esa sensación de estar lleno, que ahora echo demasiado de menos.

Me abruma mi vida sin ella, no logro acostumbrarme al silencio. Cada día moriría por escuchar su voz, por tomarme una taza de café en su armónica compañía, sería capaz de tatuarme su alma con la tinta de mi sangre para no sentirme solo, porque solo ella es la dueña de mi alegría.
Suelo quedarme dormido con la foto en mi pecho, y sueño con ella, con su imagen borrosa, con la belleza de sus suspiros y el caliente de su piel.

Y por fin el sonido de la llave girando en la  cerradura, me despierta.

- Te he echado mucho de menos.
- ¿Pero amor? si solo estuve fuera un par de horas.
- Para mí ha sido una vida entera.


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Relato: "El duelo". por María Vanessa López Torrente se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
Basada en una obra en relatosdelacolmena.blogspot.com.