miércoles, 27 de abril de 2016

Hasta debajo del agua



Soy una de esas que se siente afortunada por realizar un trabajo gratificante, que me apasiona, que aporta a mi existencia las cosas invisibles que no todo el mundo puede ver. No me puedo quejar, horario flexible, buen jefe, viajo por todo el mundo y conozco a infinidad de personas, aunque cada vez es más difícil captar clientes. Lo que antes conseguía en un día, incluso en un instante, ahora me cuesta semanas detrás de los clientes, a veces sin resultado, lo que nos dice que nuestras técnicas están desfasadas. Nunca antes habíamos tenido que dar publicidad a nuestros dos productos, se vendían solos, con el boca a boca, pero eso comenzaba a quedar lejos, así que nos pusimos a ello.

Lo primero fue promocionar los beneficios que aportan cada uno de nuestros productos. Con el primero, nuestro producto estrella, aseguramos al cien por cien su efectividad.

- Reduce el nivel de estrés.
- Actúa como analgésico natural, disminuyendo los dolores corporales.
- Fortalece el sistema inmunitario.
- Aumenta la sensación de placer y bienestar.
- Mejora el estado de ánimo.
- Aumenta el nivel de felicidad.
- Contribuye a vivir más.

Los beneficios de nuestro segundo producto, recomendado para todo el público pero sobre todo para mayores de cincuenta años.

- Ayuda al organismo a liberar energía negativa.
- Aumenta la autoestima.
- Rejuvenece la piel por su efecto tonificante y antiarrugas.
- Disminuye el insomnio.

Hemos creado un día mundial para nuestros productos, el primer viernes de octubre, para demostrar todo lo que pueden ofrecer, para la salud, para el bienestar emocional, para sentirse vivo, pero no solo vivo porque late el corazón, vivos de espíritu, vivos en procurar que el niño que se lleva dentro no se vaya detrás de una pelota para no volver. Un día que te acerca a los demás.

Tenemos que hacerlo bien, para que la celebración sea multitudinaria, así que mi equipo se ha puesto en marcha. Con mi jefe somos diecisiete, estamos coordinados, preparados y con mucha ilusión, estamos listos para conseguir resultados genuinos, instantes memorables, respuestas involuntarias y sobre todo esperamos que no se agoten nunca nuestros productos, que viajen por el mundo, que de nuevo el boca a boca nos ponga a la cabeza y recuperar a nuestro número millonario de clientes.

Arrancamos motores. Partiendo de la base de que nuestros productos no son reacciones, sino que se nace con ellos, empezamos flexionando quince músculos de los extremos de la boca y también alrededor de los ojos, con esto conseguimos la expresión facial idónea. El jefe comprueba el trabajo, y si está satisfecho, se empezaran a sentir los resultados prometidos de nuestros productos; pero tenemos que esforzarnos más, porque quedarnos en este punto sería volver a los que nos condujo a caer casi en la banca rota…así que a por todas, vamos a por el producto genuino, a por el más poderoso. Elevamos los extremos de la boca junto con las mejillas, marcando las patas de gallo (algún precio hay que pagar) y llegamos a lo más alto, a la emoción genuina, creando en el despacho del jefe una fiesta sin igual.

Salimos a la calle de fiesta, afrontando la vida, buscando reflejos como los espejos, captando clientes a diestro y siniestro, pero somos ambiciosos y vamos a por más, a por el público que dejó que el niño no volviera con la pelota, a por aquellos que tienen años  pero pocas patas de gallo, a por los que olvidaron aplicarse el producto a si mismos, pero sobre todo a por los que han perdido mucho por el camino, los más difíciles de captar…

Por eso sonríe hasta debajo del agua, ahógate en carcajadas, que viajen tus sonrisas, propágalas con el boca a boca, contagia las flexiones de los músculos de tu cara, capta clientes, pasa a formar parte de nuestra empresa… no te arrepentirás.

Licencia Creative Commons
Relato: "Hasta debajo del agua" por Marái Vanessa López Torrente se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
Basada en una obra en relatosdelacolmena.blogspot.com.

domingo, 3 de abril de 2016

Desde el más allá



Me llamaron temprano, presentándose  la voz del otro lado como el notario Fernando Cornejo. Mi tía bisabuela, tía Cachita, aunque en su partida de nacimiento rezaba Caridad, había fallecido dejando un amplio testamento, y   me había dejado como a una de sus herederas, a pesar de que la  había tenido poco presente en estos últimos años, ella era así de generosa.

Su belleza no tenía parangón, no es que fuera guapa, bonita, atractiva o exótica, era todo eso junto. De constitución  menuda, con cintura de avispa y elegante, siempre maquillada pero sin abusar de cantidad; me gustaba estar en su habitación cuando se arreglaba para salir a bailar, admiraba la forma que tenía de pintar sus labios, como deslizaba la barra de color rojo sin salirse ni un ápice, como realzaba su contorno con el lápiz y a continuación  los unía rozando el superior con el inferior, dejando uniforme la pintura sobre ellos, finalizando con un sonido que producía al separarlos, que me hacia sonreír. Solía ponerse sombreros ladeados y estolas, o abrigos de piel, regalos de los amantes adinerados que tenía en Barcelona; trajes elegantes, pocos pantalones, zapatos de tacón alto, de aguja, con pedrería, de raso, de piel, y joyas discretas, que se compraba con las pagas extraordinarias de su trabajo en la Telefónica; no sé por qué no permitía que ningún hombre o mujer le regalara joyas.

Siempre fue una mujer con las ideas claras con respecto a las relaciones, con respecto al amor…”No entiendo la relación que tienen el amor y el dolor…Puedo querer a una mujer, puedo querer a un hombre, pero jamás sufrir por amor…Cuando aparece el sentimiento de pertenencia, cuando el corazón  se  acostumbra, cuando duelen actos que antes no dolían, es hora de cortar, es hora de volar a otro cuerpo, porque ahí es cuando la irracionalidad se apodera del amor y deja entrar al dolor, lo que le quita todo el significado… por lo menos así lo siento yo”…Se enamoró y desenamoró muchas veces, tanto de hombres como de  mujeres, y nunca sufrió por amor, porque sabía retirarse a tiempo, y aún así nunca le faltó calor en su cama.

Era una mujer llena de experiencias, de conocimientos; acudía a muchos actos sociales dónde tenía la oportunidad de hablar de muchos temas y de escuchar y aprender de muchos otros. Era bien recibida fuera a dónde fuera, una invitada indispensable en las fiestas, por su don de gentes, por su peculiar forma de bailar, discreción y sutileza. En su conjunto una mujer casi perfecta.
La lectura del testamento se iba a realizar en su casa. No tenía ni idea de a quién más de la familia me iba a encontrar allí. Toqué el timbre y me abrieron el portal sin preguntar, subí los tres pisos y la puerta estaba abierta. El olor de casa de tía Cachita, cuantos recuerdos, los arcos del salón, los azulejos de la cocina, los marcos de las fotos, el empapelado de las paredes, la bombonera de cristal llena de chocolates y las miniaturas: lámparas, planchas, tocadiscos, sillas y mesas, y un sinfín de objetos realizados con el más mínimo detalle del tamaño de un dedal, regalos de un amigo artesano. De pequeña me fascinaban.

Estaban mis primos y el único tío que quedaba vivo por parte de mi madre, un señor de setenta años sordo y manco. Básicamente el reparto fue equitativo, sobres con cheques al portador, joyas y su  colección de abrigos y estolas, una pequeña fortuna. A mí, además, me dejó una tiara de diamantes, una caja con fotos y una extensa carta, que decía así:

Querida sobrina:
Llora por mi ausencia lo justo y necesario, créeme si te digo que he tenido las mejores de las vidas.
Usa el dinero para ser más feliz y vende la tiara, para que me hagas un último favor, y espero que aceptes.
En la caja hay  un sobre marrón, dentro encontraras unas cartas acompañadas de fotos, testigo de mi secreta historia de amor. Ya sé que te dije muchas cosas, que te di muchos consejos, pero debo de confesar que hubo un hombre con él que hubiera pasado el resto de mi vida…Lo conocí en el barrio del Rabal, tenía un puesto de venta ambulante con su familia; Nicolás, moreno de ojos verdes, pelo oscuro y rizado, unos años más joven que yo y gitano de pura cepa.
Cada vez que viajaba a Barcelona, me pasaba por su puesto a comprar cosas que no necesitaba, por tenerlo un ratito en mis retinas. En una de mis visitas, me escuchó decirle a una conocida que iba a tomarme algo fresquito, y se ofreció a acompañarme.  Desde ese momento comenzamos a vernos siempre que me encontraba en la ciudad. ¡Ay, sobrina! Hablando en plata debo confesarte que fue el mejor sexo que tuve en toda mi vida, follábamos a todas horas, casi en cualquier parte, cuando estaba con él me convertía en un animal dócil, sumiso e  irresponsable, a su entera disposición. Me tenía totalmente dominada, y a mí me gustaba, su seducción me atrapaba cada vez más y con él conocí los secretos más oscuros de mi cuerpo y mi mente.
Tres años duró el amor, pero esta vez no fui yo la que se rajó. Su familia no veía bien lo nuestro, básicamente porque una muchacha  gitana lo esperaba en el altar, y rechazarla era como rechazar a su propia familia. Y tuve que quitarme de en medio, muy a mi pesar.
Él me envió estas cartas, pero yo no fui capaz de devolverme las mías…Aquí las guarde como testimonio de que nunca dejé de quererle. Necesito que lo busques y se las entregues junto con las fotos, para que pueda verme espectacular…Aquí esta su dirección de Barcelona, usa el dinero de la tiara. Espero de corazón que lo encuentres.
Un abrazo desde el más allá (un poco de humor, sobrina)

Mira por dónde me iba de vacaciones. Al cabo de dos días estaba bajándome  del avión. Me busqué una pensión cerca de la Rambla  de las Flores, y esa misma tarde, con la caja de fotos y las cartas dentro de una mochila me puse en marcha. Encontré la dirección sin problema, pero el domicilio parecía  abandonado.  Toqué el timbre varias veces, hasta que me abrió una señora redondita, con un áspero y enorme moño en lo alto de la cabeza color calabaza, vestida completamente de negro y los ojos hinchados. Le pedí disculpas por si interrumpía algo y le pregunté por Nicolás, y su respuesta fue un berrido que me hizo dar un respingo, gritando el nombre en el hueco de la escalera de la casa. Escuché bajar a alguien, y ese alguien  no tenía pinta de ser  el viejo amor de tía Cachita. Resultó ser su nieto, que había heredado el nombre. La señora se retiro renqueando, quedándome sola con Nicolás. Le expliqué quien era y la misión que me habían encomendado desde el más allá.

Cuando dije el nombre de mi tía, con un suave empujón me sacó a la calle mientras me comunicaba que ese nombre no podía pronunciarse en aquella casa, que le había producido mucho dolor a su abuela. Nos fuimos dando un paseo, mientras me relataba la pesadumbre de su abuelo, que no dejo de pensar a Cachita ni un solo amanecer de su vida,  de  recordar la pasión y las promesas que no pudo cumplir por cobarde; por desgracia había muerto hacía un año, con la pena de no saber nada de ella.

En una cafetería, le enseñé las  cartas de ambos, las fotos y hablamos de nuestros respectivos familiares. Su abuelo en más de una ocasión estuvo a punto de escapar, pero ni siquiera sabía por dónde empezar, y mi tía no quería tener el peso de su decisión. Charlamos durante horas, cenamos incluso y bebimos hasta la madrugada. Sentí una extraña unión, un sentimiento distinto a los que tenía registrados, y todavía teníamos que decidir que íbamos a hacer con los recuerdos, mientras mi libido se despertaba. Dividirlos hubiera sido un crimen, así que decidimos compartir la custodia  de aquel amor.

Me acompañó a la pensión, y sin decirnos una palabra se quedo conmigo hasta el final, digo hasta el final, porque allí dentro nos quedamos desnudos tres días con sus tres noches, hasta horas antes de mi regreso a casa. Los recuerdos se los quedaría él hasta mi próxima visita, y antes de cerrar la caja me pidió un recuerdo. Sin decir nada me quitó las bragas para acomodarlas entre las fotos y las palabras, colocó la caja a un lado y aprovechó el poco tiempo que quedaba para dejar otro  recuerdo sobre mi cuerpo desnudo.

Y así fue como tía Cachita desde el más allá, me dejó en herencia viajes ilimitados  a Barcelona para el resto de mi vida.




Licencia Creative Commons
Relato: "Desde el más allá" por María Vanessa López Torrente se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
Basada en una obra en relatosdelacolmena.blogspot.com.