viernes, 13 de julio de 2018

El combate



Quedaban pocos días para el combate del año, y el evento había causado  muchas expectativas. Los aficionados estaban eufóricos, las apuestas estaban bastante reñidas y la publicidad echaba más leña al fuego.

Y el día del espectáculo llegó. Cinco horas antes del combate, la algarabía de la muchedumbre daba la vuelta al estadio, hasta que comenzó a sonar “Highway to hell”, que en cuestión de milésimas de segundo hizo que el público pasara de pisarse las palabras, a saltar y a reproducir la letra de la canción. De lejos parecían bailarines Masai.

Cuando las puertas se abrieron, el recinto se convirtió en un hormiguero, y una  hora y media después las gradas estaban repletas, la música seguía sonando y el fervor del público agitaba los cimientos hasta que, la intensidad de las luces  bajó levemente y la música dejó de sonar. Un silencio absoluto se apodero del recinto, el cuál rompió el maestro de ceremonias dándoles la bienvenida, lo que produjo de nuevo el despertar de las bestias, que se rompieron en aplausos, gritos, silbidos, bocinas, algo espectacular. El presentador colocado bajo un foco sobre el rin, calmaba a aquellos adultos infantilizados aconsejándoles que dejaran fuerzas para el combate, y después de unas palabras de agradecimiento, y de comentar la trayectoria de los boxeadores, se hizo la luz y todos los allí presentes volvieron a explotar en aplausos.

A continuación, el momento más esperado, la antesala del combate del siglo. El árbitro, colocado ya en el centro del rin, micrófono en mano, anunciaba al primer púgil…”¡¡¡¡ a mi izquierda, con un peso de 65 kilos...Eeeeellll Realistaaaa!!!!” Y sus admiradores se pusieron en pie, alborotados por la emoción…”¡¡¡¡y a mi derecha con un peso de 63 kilos…Eeeeellll Soñadoooor!!!!”...Ovación, maremoto, el recinto ardía en fiebre.

Los púgiles chocaron los guantes y cada uno se dirigió a su esquina para recibir los últimos consejos de sus entrenadores, mientras el árbitro enumeraba las reglas del combate que duraría seis asaltos. Y bajo la tensión palpable de los allí presentes, sonó la campana...Comenzaron el combate analizándose, examinando sus posturas, sus gestos faciales, cada uno de sus movimientos, cuando El Realista sorprendió a su contrincante con un golpe bajo de razonamiento, el acertijo del hombre solitario…”Un hombre vivió solo en una casa durante dos meses. No recibió visitas y nunca salió de la casa. Al final de los dos meses enloqueció. Una noche apagó el fuego y las luces y salió de la casa. Como consecuencia de su ida murieron 90 personas ¿Por qué´?” Después de unos segundos El Soñador cayó derrotado al suelo al no dar con la respuesta, levantándose antes de que el árbitro terminara de contar, dándole a su contrincante el primer asalto.

Después de unos breves minutos dio comienzo el segundo asalto, bajo la tensión que cortaba el aire en el recinto. Los boxeadores parecían bastante concentrados, desafiándose con la mirada, pero esta vez fue El Soñador quien sorprendió al realista con un golpe en el pecho desprotegido de su oponente: una metáfora…”Coged de vuestra alegre primavera el dulce fruto, antes que el tiempo airado cubra de nieve la hermosa cumbre”…El Realista parecía exprimirse la cabeza, intentando traducir el golpe metafórico, pero no salió nada de su boca y se dio por vencido bajo la mirada de su contrincante y la decepcionada afición.

Antes del tercer asalto, mientras se refrescaban, ambos pensaban en su siguiente golpe. El Realista lo planificaba y El Soñador creaba nuevas combinaciones de ideas, y llegó el tercero. Durante casi un minuto estuvieron dando vueltas por el rin, cuando El Soñador tomó la iniciativa, golpeándolo en la barbilla con el siguiente dibujo:


A pesar del esfuerzo del Realista por adivinar que representaba aquel dibujo, no lo consiguió. Comenzó a tambalearse sorprendido de sí mismo por no dar con la respuesta y cayó al suelo con todo su peso durante unos segundos.

El Soñador lucía una enorme sonrisa, y El Realista después de recibir los consejos de su entrenador, en su cara apareció una cínica sonrisa…y sonó la campana, a por el cuarto asalto. Ambos se miraban desafiantes, apretando las mandíbulas, moviéndose de un lado a otro, hasta que El Realista le soltó un gancho de izquierda con un juego de ingenio, “Transformación”…”Soy una bebida…cambia una letra y me convertiré en un árbol, cambia una letra y me convierto en el suelo de tu casa, cambia una letra y encontraras el camino entre las montañas, cambia una letra y podrás beber lo que originalmente fui…¿qué era y en que me he transformado?”…El Soñador quedo perplejo, mudo, desconcertado, dándole el cuarto asalto a su contrincante.

Ambos agotados, se reunieron con sus entrenadores, mientras el público recibía tandas y tandas de anuncios publicitarios. Después de un breve tiempo, comenzaba el quinto asalto. En el rin se notaban las bajas energías, pero ahí estaban los dos dándolo todo, mareándose el uno al otro, hasta que El Soñador sorprendía por tercera vez con un golpe bajo, dentro de la legalidad, un izquierdazo de memoria visual: en un tiempo de 15 segundos le mostrarían 20 imágenes y el reto era recordar al menos 11, pero no pudo, era demasiada presión, y se rindió ante la memoria del Soñador, que iba en cabeza 3 asaltos de 2.

Ahora sí que si, había llegado el momento decisivo. El público al borde de la histeria colectiva, los entrenadores con los nervios desorbitados y los púgiles realmente extenuados, pero con ganas de pelear por la victoria. Y comenzó el sexto y último asalto.

Los dos oponentes comenzaron a dar vueltas por el rin, haciendo tiempo, esperando la inspiración para el golpe perfecto. Después  de tentarse varias veces, paso algo impensable…los dos boxeadores se atacaron con furia a la vez, uno por la izquierda, el otro por la derecha, pero El Realista por milésimas de segundos golpeó primero con un acertijo…”Dos hombres están jugando al ajedrez. Jugaron 5 partidas, cada uno ganó 3 ¿cómo  es posible?”…Y los dos cayeron.

El público enmudeció, y los boxeadores yacían en el mullido suelo del rin, apenas sin moverse. El Realista organizaba mentalmente la situación, estrujando a su hemisferio izquierdo y El Soñador analizaba sus sentimientos y sensaciones del momento con la ayuda de su hemisferio derecho. Por fin el árbitro intervino, sacando al público del mutismo bajo el que estaban y los púgiles se levantaron con algo de dificultad volviendo al presente.  El presentador subió al rin con mucho entusiasmo para anunciar junto al árbitro, levantando ambos los brazos de los boxeadores, el final del combate que se declaraba en empate.

Y es que el evento más esperado del año no podía terminar de otra manera, porque un realista necesita de un soñador y un soñador necesita de un realista.

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Relato: "El combate" por María Vanessa López Torrente se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Basada en una obra en http://relatosdelacolmena.blogspot.com/.