domingo, 17 de agosto de 2014

La encuesta


Un domingo 19 de abril de 1995, mientras arrastraba el peso de su espalda hacia la cocina, el sonido de unos nudillos firmes en su puerta lo dejó de piedra. Inmóvil, esperó que fuera quien fuera se marchase, pero volvieron a golpear con más fuerza. Lentamente se acercó a la puerta y dirigió su ojo derecho a la mirilla. Un hombre joven, de unos treinta y pocos, lo saludaba desde el otro lado, exhibiendo una enorme y amable sonrisa. 

Parecía inofensivo, mejor compañía que la soledad que vivía con él, así que abrió la puerta y se saludaron al unísono con un cordial buenas días. El joven le explicó el porqué de su visita y le pidió disculpas por molestarlo en domingo. Como no tenía ningún otro compromiso, accedió a su proposición, responder a  “la encuesta de la vida”.

La primera pregunta, su edad, setenta y ocho años. La segunda, ¿en una escala del uno al diez, cómo puntuaría su vida hasta este mismo instante?, con un siete y medio. Veras, viajando por la vida he conocido y me he dejado conocer por personajes variopintos. Tragasables, contorsionistas, médiums, chamanes, caníbales, cantantes de ópera y traficantes de cocaína, entre otros muchos. Cada uno de ellos me dejó en la memoria experiencias de un valor incalculable. He aprendido y he enseñado mucho a lo largo de mi existencia.

La tercera, ¿cree usted que la vida está bien planteada?, la vida es rara, yo lo hubiera hecho de otra manera. ¿Cómo lo haría? Para empezar cambiaría el final, nada de  sufrimiento ni dolores agudos, ser dueños de nuestro cuerpo y nuestra mente, dejar este mundo con dignidad. También propondría conocer con exactitud la fecha en la que termina nuestro contrato, para organizarnos la vida con el tiempo que tenemos. No creo que a nadie le guste quedarse con esa sensación de anhelo por las cosas que no hemos hecho, por las palabras que no hemos pronunciado.  

La cuarta pregunta, ¿si volvieras a nacer, que no repetirías?, el mal uso de mis inteligencias, les haría más caso si tuviera otra oportunidad. Y la quinta y última, ¿estás preparado para irte?, estoy deseándolo. Ahora, al final del camino, sólo me queda una mochila llena de nostalgia, fracaso, éxito y enfermedad. El macuto me abarca toda la espalda y su peso, algunos días insoportable, confunde a mi equilibrio y termino en el suelo sin oponer resistencia. Intuyo que mi fin esta próximo, acechando en alguna esquina. 
No me da miedo morir, entiendo el contrato. Con toda sinceridad mi mente quiere quedarse pero mi cuerpo no puede, ya no están en armonía, me canso de luchar con los días. Y la soledad me ofrece demasiado tiempo para pensar. No sé qué me ocurrirá cuando cierre los ojos, pero seguro que será mejor que este panorama de abandono y soledad, o eso espero.

El joven concluyó el ejercicio y en silencio anotó algo en los bordes de las hojas. A continuación, rompiendo el mutismo, le comunicó que su tiempo había terminado a la vez que le hacía entrega de su certificado de defunción. Además añadió que sus sugerencias aportadas en la encuesta se tendrían en consideración para su próxima vida. Se dirigió a la puerta y antes de salir pudo oír cómo las arterias de aquel hombre se setenta y ocho años se partían, sintiendo como su corazón hervía hasta llegar al punto de ebullición.

Descanse en paz. Y cerró la puerta.

Licencia Creative Commons
Relato: "La encuesta" por María Vanessa López Torrente se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
Basada en una obra en http://relatosdelacolmena.blogspot.com.es/.

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