jueves, 8 de septiembre de 2016

El mejor de los agostos



Esperaba agosto con tanta ansiedad, con tantas expectativas, que el mes de julio se hizo eterno, aunque cayendo en la contradicción, volvería a esperar.

Por fin llegó  agosto, que comenzó con una llave, un avión  y  una contractura que durante cinco largos días se quedo conmigo. Mi cintura iba por un lado y el resto de mi cuerpo iba por otro, enredado en una ciudad dónde no importa lo que midas o lo que peses, lo que conozcas o desconozcas, porque te engulle y te fascina, en lo bueno y en lo no tan bueno. Una ciudad dónde de repente te sientes como una minúscula partícula, como si se hubieran mezclado todos los granos de arena, de todas las playas del planeta. Y dentro de esa mezcolanza me encontraba  yo, acompañada únicamente por la emoción y la inquietud, además del miedo incesante a perderme.

Después de idas y venidas, calle arriba, calle abajo, el viaje más inesperado de mi vida llego a su fin, y todo me salió ovalado, que es más que redondo, y aunque me bajará del avión y deshiciera la maleta, el mes de agosto me invitó a seguir en el aire, porque la experiencia en la engullidora ciudad era solo el principio. La casualidad, el destino, la buena suerte, el karma, sino, las cosas de la vida,… llámenlo como quieran, me  estaban esperando, escondidos entre los días del octavo mes del almanaque, y todo comenzó por una llave.

Y sin darme tiempo a sacudirme la emoción del viaje, agosto me regalo su presencia.
Agosto me trajo aliento y saliva.  Me trajo el mar,  arena  en los bolsillos,  bolsillos dónde guardo cada granito, de cada playa; dónde guardo el calor de todos y cada uno de los achicharrantes rayos del sol, tres piedras y el salitre de la piel, como lo guardan las rocas en sus caprichosas formas, traídas por las olas que al chocarse contra ellas se despedazan en miles de lágrimas de sal.

Agosto me acercó las constelaciones, me trajo carreteras, palabras llenas, alimento indispensable en mi dieta, acordes, letras y más letras, el viento y el silencio; me trajo el mañana que no existe, el sueño en compañía, un rayito a mi vida en el mejor de los momentos y  la inolvidable sorpresa de cruzarnos en el camino. Agosto me trajo conversaciones en el balcón, besos con mesura, abrazos de más de treinta segundos, minutos, horas y días, me trajo tiempo y el saber que basta poco para tener mucho.

Y todo lo que me trajo agosto, lo guardo como las rocas guardan lágrimas de sal.

Para Hero


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Relato: " El mejor de los Agostos" por María Vanessa López Torrente se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
Basada en una obra en relatosdelacolmena.blogspot.com.

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