miércoles, 10 de diciembre de 2014

La habitación.



Mientras el agua se iba deslizando hacia el desagüe  de la bañera, mezclada con la espuma que salía expulsada a borbotones de la esponja, la colocó de espaldas y lentamente comenzó a enjabonarla fijándose en cada detalle de su piel, dejando que la espuma se deslizará hasta llegar a  sus firmes nalgas. Las frotó con delicadeza, para continuar con las extremidades inferiores. Seguidamente, la giró hacia él, y mirándola a los ojos enjabonó sus brazos, sus manos, su largo cuello, llegando a los pechos, firmes y redondos, apretando la esponja entre ellos, donde se formaba una  cascada que bajaba hasta el pubis y desaparecía en los muslos. Bajó hacia los pies, para volver a subir pasando por sus rodillas y levemente, rozó su entrepierna.

Cuando finiquitaron el baño, secaron sus cuerpos, él uno al otro, con dos  minúsculas toallas eliminando por completo de sus pieles cualquier atisbo de humedad. Se rodearon con los brazos y sumidos en el arte de besar se dirigieron a la habitación, colocándose delante del espejo, para observar sus cuerpos desnudos, encontrados.

La cama solo vestía la sábana bajera, dos cojines, y una jarra de agua en la mesita; era su lugar predilecto para dar rienda suelta a sus erotismos. Con unos leves empujones, poco a poco ella lo guió hacia el camastro, dónde se acomodaron uno frente al otro para contemplarse una eternidad. Las miradas, reanudaron el intercambio de saliva y las manos de ambos empujados por las ganas, envolvieron la desnudez de uno y de otro. No se podía adivinar dónde empezaba él y dónde acababa ella, se habían convertido en un amasijo de piel sudorosa, que retozaba a un ritmo pausado y elegante. Ningún pedacito de sus cuerpos se quedo sin una caricia de sus labios, dejando un rastro de saliva que provocaba en ambos altas dosis de excitación.

Los labios húmedos de él recorrieron ambos lados de su cuello, pasando por la barbilla que mordió suavemente. Con paciencia y lentitud fue besando su esternón hasta que se concentró en su pecho derecho, lo succionó, dándole ella un suspiro a cambio de tanto placer. Fue a por el otro pecho con más ímpetu, y se mantuvo enganchado a él hasta que se quedó satisfecho, mientras su compañera le acariciaba el pelo y los lóbulos de sus orejas con las yemas de los dedos. Continuó besando su barriga, su ombligo, hasta encontrarse con el pubis, y deslizándose como una serpiente, encajó su cabeza entres ambos muslos, saboreando cada momento, y cuando los gemidos de ella dejaron de oírse en la habitación, él concluyó con su inmersión.

Se acariciaron largo tiempo, hasta que ella cogió las riendas, y bajando sinuosamente por el cuerpo de su amante, introdujo en su boca el miembro viril, que la esperaba desconsolado. Él ardió, se conmovió y con un arranque de pasión descontrolada la agarró por las axilas y la subió hasta su boca para volver a tenerla de frente, necesitaba comerse sus labios.  Seguidamente, ella se instaló a su lado dándole la espalda, dejándose querer, y él con lentitud y firmeza introdujo su falo en el contorsionado cuerpo de su amante, apretándola contra él, comenzando un baile erótico que terminó con las primeras luces del ocaso.

Las sábanas amanecieron empapadas de sudor, revueltas, testigo de aquel encuentro secreto, amoral y perverso para las mentes de muchos, para la sociedad acusadora  y temible. Algo que irremediablemente pensaban los dos en silencio, mientras él se colocaba el alza cuellos y ella su pequeño hábito color azul, para dejar tras de sí al amor y al arrepentimiento, en aquella habitación de las afueras con baño privado.

Licencia Creative Commons
Relato: "La habitación". por María Vanessa López Torrente se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
Basada en una obra en relatosdelacolmena.blogspot.com.es.

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